LA OPINIÓN PÚBLICA Y LAS ELECCIONES (2da. parte)

 


                                                  Por Ricardo J. Cornaglia

(22/09/2021- fuente “La Defensa”) - La abogacía es un grupo social, formador de opinión pública, que operando como tal trata de orientar


a los gobiernos y los factores de poder  desde su pericia en el saber jurídico. Es una categoría social que en la división del trabajo, le toca la difícil labor de construir en los complejos conflictos sociales donde hombres, sus asociaciones, clases y gobiernos de toda índole,  dirimen sus diferencias.

Cuando la abogacía se expresa por medio de sus gremios, asociaciones de todo tipo, facultades, academias y congresos, se dirige a la sociedad para construir opinión pública. La libertad que ejerce al respecto es una conquista que ha cobrado sacrificios, torturas y vidas. Ha pagado un alto precio por los honores y funciones ejercidas y tiene en la democracia argentina la carga de ser responsable en gran medida de su debilidad actual. Esa debilidad solo se supera con más democracia y respeto a las instituciones.

Entre esas instituciones, es fundamental fortalecer el rol de los partidos políticos, que ante la opinión pública, restan mucho de estar a la altura de la crisis socio-económica, sanitaria y educacional que exhibimos.

Cuando la democracia cumple sus fines, los partidos políticos en el modelo de Estados Sociales y Constitucionales de Derecho, son los principales responsables de la gestión. Son objeto de todo tipo de encuestas receptoras de opinión, pero hay una encuesta por excelencia de esa opinión y se expresa en la soledad del cuarto oscuro y en el resultado comicial.

Las elecciones celebradas en este mes de septiembre del 2021, fueron pues una encuesta de opinión pública que cobra sentido en cuanto acercamiento a la realidad y reformulación de los alicaídos partidos políticos. Una encuesta preparativa, para construir cuadros de gobernantes, que cumplan programas claros exhibidos ante el pueblo, en forma responsable y sin entregarse a la demagogia.

Pone a prueba a los partidos, que se fortalecen en la medida que aceptan con lealtad y usan a la encuesta vinculante y hacia lo interno de sus existencias orgánicas, se nutren de la compulsa en el ejercicio mismo de la democracia.

Poco con humildad se hizo en esta oportunidad y quedó en claro que algunos descreen de los partidos y apuestan a los movimientos, con la excusa de la revolución a la vuelta de la esquina.

Los abogados que como Belgrano, Moreno, Castelli y Monteagudo, construyeron una república democrática y encontraron un San Martín que contra vientos y mareas, inspirado en ellos, saliera a sembrar semillas de libertad por los pueblos sojuzgados de la Patria Grande.

El culto a la revolución, como todos los cultos, está sujeto a la medida del racionalismo al que apostaron esos revolucionarios. El milagro de las revoluciones políticas y sociales es un hecho extraordinario, del que la historia es más cautelosa que la religión.

En la democracia adulta, el movimientismo revolucionario compite y vilipendia a los partidos políticos, por conservadores y reformistas y pocas veces, esas prácticas  han servido a la construcción y muchas veces a la destrucción y envilecimiento de las instituciones representativas. Su oportunismo los llevó incluso a ser colaboracionista de dictaduras militares que los usaron a su antojo y los sacrificaron brutalmente como  chivo expiatorio. Mantienen demasiados vínculos con la esperanza milagrosa. Pero al menos conservan utopìas, en cambio otros reaccionarios movimientos políticos gastaron sus energías en el  “que se vayan todos”, que termina en que vuelvan los que difícilmente tendrían retorno. Porque en política el improvisar cuesta caro. La crítica debe ser dialéctica para construir. Los dilemas sólo vienen acompañados del llanto.

Tras el sueño modesto y ramplón de la reforma, debemos trasegar la mayoría de los abogados, por cuanto por oficio, nos acercamos a la verdad teniendo en cuenta a la opinión pública.