LA BASURA DESDE SESENTA AÑOS ATRAS

 (27/01/2021). La historia de los residuos  se remonta al origen


mismo 
de la aparición de la vida humana en el planeta. Pero su evolución sigue siendo directamente proporcional al aumento de las poblaciones, mientras que los problemas ambientales superan siempre a las medidas tomadas para evitarlos.

En esta, cada día mas grave situación que afronta el mundo, nuestro Distrito de Quilmes no es ajeno ni tampoco principal damnificado, solamente  es una de las 21.000 localidades que, según datos publicados, llevan sus residuos a los hasta ahora 15 basurales reconocidos oficialmente como rellenos sanitarios de la región metropolitana.

Abordar este tema no lleva implícita la intención de identificar culpables, porque la  historia  se encarga de eso.  Solo viene al caso como “ayuda memoria”  para todos aquellos que son testigos de los últimos sesenta años.

Y  para una mejor ubicación  en el tema, recordemos que allá por el no tan lejano 1961 (sesenta años atrás)  se vivía un antiguo sistema tripartito para el tratamiento de la basura.

El primer participante era el vecino común, que en su casa tenía  “fondo”  y administraba su propio  quemadero que variaba entre un pozo, un horno, un fogón y otras formas de reducir a cenizas las basuras de su hogar. Y los que habitaban los grandes edificios del centro (por entonces novedosos “consorcios”) gozaban de calderas incineradoras que manejaban aquellos porteros de antes, ya desaparecidos y suplantados por los categorizados “encargados” de hoy.

Otra parte eran los legendarios “botelleros” que recorriendo los barrios, compraban todo aquello que no había consumido el fuego de los vecinos. (compraban  hasta los huesos)

Y la tercera parte del ciclo era la Municipalidad,  que cuidadosa de sus “microcentros” se encargaba de recoger diariamente lo que los porteros sacaban a la vereda y, como muestra de cierto progreso, había sectores donde los vecinos ponían frente a sus casas unos clásicos “tachos de la basura” que los municipales vaciaban en los “carros oficiales” pintados de color gris mate,  identificados con las letras “M.Q”,  que tenían una sola vara y eran tirados por caballos.  Todo lo que se recogía, iba a parar a ”la quema”  lugar de deposición semifinal, porque allí se practicaba el “cirujeo” con el que  siempre encontraban algo de utilidad.

Todo lo narrado hasta ahora, tuvo un paso fundamental en 1977 con la creación del CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado). Allí se determinaron los lugares que se consideraron aptos para recibir los “”Rellenos Sanitarios” nuevo nombre de la basura argentina.                                            La todavía vigente etapa de tratamiento de la basura, dejó en manos de los municipios la tarea de recoger y depositar en el CEAMSE, las “bolsitas plasticas” que remplazaron a los antiguos tachos.  Así también se dio inicio a un imparable modo de contaminar el planeta con plásticos que no se degradan.

Esta etapa que comenzó en el año 1977 fue recibida con entusiasmo por los vecinos, que vieron desaparecer los incineradores, productores del insoportable smog ciudadano.  Pero... con el tiempo se aflojaron las marcas y los novedosos camiones “cola de pato” fueron viendo reducida su flota, y aunque el programa comprendía a la totalidad del distrito municipal, siempre se conocieron reclamos de sectores olvidados. La pasada diaria no siempre ha sido diaria y el intento de mejorar ese sistema con la instalación de contendores, a poco de ser instalados (solo en  sectores céntricos) se vio desbordado por variados factores como;  la afluencia de basuras de otros sectores donde no se instalaron contenedores, por la falta de mantenimiento y la no reposición de los mismos, como así también la falta de vaciado en tiempo y forma, siendo que en los primeros días de haberse implantado el sistema, hasta se disponía de un vehículo que circulaba detrás del camión recolector y en el acto lavaba los contenedores recién vaciados.

 A todo este decaimiento que registramos desde sesenta años atrás, surgió el invento que nadie se adjudica; el original “achique” que no es otra cosa que la acumulación de las bolsitas domiciliaras en las esquinas, muchas horas antes de que pase el camión, que  no siempre pasa y los montículos de basura quedan en las calles donde contaminan y ofrecen un lamentable espectáculo que marca la  decadencia en la atención de la cosa pública, dando lugar al apogeo de “los cartoneros”  actividad marginal y paralela a la tarea oficial, como lo es también la labor de los jóvenes del achique, que no son empleados municipales,  pero para amontonar la basura en las esquinas, reciben pagos en negro de manos que permanecen en el anonimato, amparadas por una suerte de secretos a voces.

Para quienes en la actualidad están asumiendo, entre otras,  la carga pública de levantar la basura nuestra de cada día, vale tomar debida nota del reciente anuncio de encarar la solución que sus antecesores dejaron pasar.