UN HOMBRE SOLO NO PUEDE
(18/03/2022- por RODOLFO TERRAGNO (*) - Era el año 1240. Para invadir Kiev, el tártaro Batu Khan tuvo que vencer la
impensada y heroica resistencia del Comandante Militar de la ciudad, Voivode Dmitr, y el pueblo kievano. Dmitr habÃa pedido reiterada e infructuosamente la ayuda del Reino de HungrÃa, y decidió conducir la defensa de la ciudad por sà solo.Una
gran muralla protegÃa a Kiev, pero Batu dedicó siete dÃas a catapultar una
puerta y, cuando logró derribarla, entró con su horda. Los hombres de Kiev sólo
tenÃan lanzas y hachas, pero lucharon a muerte con el invasor. Batu destruyó
templos, saqueó monasterios y apenas dejó 600 casas en pie. De los 40.000
habitantes solamente quedaron 2.000; la mayorÃa fue exterminada, algunos
cayeron prisioneros y fueron convertidos en esclavos.
Kiev
(y Ucrania en general) han sufrido, a lo largo de siglos, numerosas invasiones.
El
primero en invadir la ciudad, que estaba en poder de los jázaros, fue el varego
Oleg de Nóvgorod, en 882. Durante los siglos que siguieron, Kiev fue invadida y
reconstruida una y otra vez.
Stalin
tuvo, en el afán de rusificar a Ukrania, un método no militar de invadirla. Les
quitó a los granjeros sus granjas, y cuando estos se alzaron contra la
colectivización, dejó de proveerle granos a la gente, hizo vaciar los graneros
y mandó a incautar comida en las casas. Provocó asà una hambruna que mató a
millones.
En
ucraniano, ese perÃodo se conoce como Holodomor (= matar de inanición) y se lo
considera un genocidio. Con anterioridad a la hambruna, Stalin habÃa hecho una
purga de nacionalistas ucranianos, a los que llamaba “nacionalistas burgueses”.
Hitler
invadió Kiev en 1941. Su ejército debió librar, para eso, una feroz batalla que
duró 80 dÃas, y finalmente entró en la ciudad a fin de septiembre. El 5 de
octubre hizo emitir un bando que decÃa: “Todos los judÃos residentes en Kiev y
sus alrededores deben presentarse mañana lunes a las ocho de la mañana en la
esquina de las calles Melnikovsky y Dokhturov. Deben portar sus documentos,
dinero, objetos de valor y también ropa de abrigo. Cualquier judÃo que no
cumpla estas instrucciones y sea encontrado en algún otro lugar será fusilado”.
Los
judÃos que acudieron al llamado fueron llevados a un barranco, conocido de como
Babi Yar, donde se los masacró. Hitler eliminó asà a 33.771 judÃos. En aquel
barranco ya habÃa fusilado a gitanos y dementes, a quiénes consideraba “basura
humana”.
El
compositor Dmitri Shostakovich rindió honores a las vÃctimas del Holodomor con
su sinfonÃa número 13, llamada precisamente “Babi Yar”. El cineasta Sergei
Loznitsa lo hizo con su ensayo documental “Babi Yar. Contexto”.
He
atribuido ex profeso cada una de esas atrocidades a un individuo, como se hace
frecuentemente. Ni Batu Khan, ni Stalin, ni Hitler, pudieron ser autores únicos
de esos hechos. No hay persona que, por sà sola, pueda hacer que se borren
ciudades del mapa, se provoquen hambrunas artificiales o se desate un
genocidio. Los tres eran cabezas de grandes maquinarias de poder, y contaban
con una parte de sus respectivos pueblos.
Hoy
se dice que Putin “invade”, “se enfrenta a Europa”, “provoca una crisis
mundial” y “amenaza con una guerra atómica”.
Putin,
solo, no habrÃa podido causar una guerra injustificada, atacar centrales
nucleares, desafiar al mundo entero y dejar a su paÃs aislado, sin moneda, con
empresas que se fugan, con comercios que cierran y con 144 millones de rusos
sufriendo una tragedia que condena a los pobres a la inanición y a los ricos a
la pérdida de sus fortunas.
Hay
una tendencia a ver las acciones de los dictadores como si tuvieran autonomÃa
para obrar a voluntad. En América Latina, el caso más notable de esta
personalización es Pinochet. Las dictaduras suelen ser consideradas
consecuencia de la perversidad, el delirio o la psicopatÃa de una persona.
El
aparato militar ruso fue preparado durante años para invadir. Según algunos
expertos Rusia está hoy, en materia de armas convencionales (entre otras,
tanques, artillerÃa pesada y helicópteros de combate), más equipada de lo que
estaba la Unión Soviética. De hecho en los últimos 15 años las fuerzas armadas
rusas multiplicaron ese poderÃo militar convencional.
Semejante
crecimiento estaba destinado (no podrÃa ser de otra manera) a la ocupación territorial.
No faltan quienes lo consideren un anacronismo. Creen que las guerras
territoriales son tÃpicas del siglo 20 y ya estaban superadas. Lo piensan
porque tienen en cuenta sólo a Europa, y no al resto del mundo. El propio
ejército ruso se expandió este siglo para ocupar paÃses, o partes de paÃses, e
intervenir en guerras ajenas en las cuales también se disputaban territorios .La
invasión de Ucrania fue precedida por la actividad de ejércitos rusos en
Chechenia (1999, prólogo del siglo 21), en Georgia (2008), en Kirguistán
(2012), en Crimea (2014), en Siria (2015) y en Kazajistán este año, un mes
antes de la presente guerra.
Hay
en el sistema de poder ruso una extendida vocación de grandeza, heredera de los
zares y de la Unión Soviética, y un deseo de recuperar territorios que
estuvieron bajo el régimen comunista.
Putin
expresa y lidera ese modelo. Poner en la cabeza de una persona la causa de un
proceso histórico mueve al odio, pero también a la admiración. Ocurre con
Napoleón. Y en América latina con los libertadores.
Un
libertador puede liderar con visión y estrategia, impulsando o acelerando la
conquista de aquello que la sociedad quiere o acepta. No puede hacerlo si no
tiene detrás la voluntad de la población (o de una parte de ella) y una gran
fuerza militar.
Todo
acontecimiento polÃtico o militar obedece a antecedentes históricos, realidades
sociales, cantidad y calidad de factores humanos y objetivos suficientemente
compartidos. Es una obra que requiere pluralidad de actores, de los cuales el
lÃder es el protagonista. Como en la ópera de Rossini, en polÃtica nacional o
internacional, “una voce poco fa”. (*)
polÃtico, diplomático y escritor.
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