EL SISTEMA DE SALUD....
Crónicas del ciudadano;
(28/09/22010)- Cierto dÃa, como a cualquiera puede ocurrirle, el ciudadano tuvo una repentina afección que obligó a su internación de urgencia. Previo llamado a “la coronaria” que como cualquier ciudadano paga mensualmente de su magro bolsillo, fue trasladado al lugar de atención médica que el Sistema de Salud del Estado tiene previsto. Allà la guardia lo recibió, le brindó la primera revisión y determinó una tomografÃa computada. Que se le realizó en otro lugar, también previsto por el Sistema...
Para llegar a ese lugar, el ciudadano, en uso de sus derechos como afiliado a PAMI, debió aguardar internado desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde, hora en que llegó la ambulancia del Sistema, a la cuál en silla de ruedas se lo ingresó -en la calle- porque la ambulancia se encontraba estacionada junto al cordón de la vereda sin techo ni resguardo. Para peor, estaba lloviendo y el ciudadano, una vez introducido en el vehÃculo, reglamentariamente acompañado por un familiar, esperó pacientemente veinte minutos hasta que, oh sorpresa, el mismo camillero le trajo la compañÃa de otra enferma (una mujer en camilla) también acompañada por su correspondiente familiar y, cuando los cuatro (enfermo hombre y enferma mujer mas los dos familiares) partieron hacia el lugar donde les realizarÃan las tomografÃas, notaron que aquel solÃcito camillero que los fue a buscar a las mismÃsimas camas de las habitaciones de la internación, también era el chofer de la ambulancia y único ocupante de la cabina, no tenÃa a su lado otra persona, ni médico ni enfermero ni asistente. Ese hombre era todo lo que el Sistema ponÃa para la atención de una ambulancia superpoblada. Pero allà no terminaron las sorpresas del ciudadano en uso de sus derechos. Faltaba la mayor. Cuando el vehÃculo llegó al lugar de los estudios especiales (tomografÃas y demás) la ambulancia estacionó en la vereda de enfrente, porque ese lugar no tiene acceso para ambulancias y fue entonces que el ciudadano en su silla de ruedas, cubierto por la misma frazada de la internación vio como el hábil camillero-chofer, bajo la misma lluvia, le hizo cruzar la calle céntrica de intenso tránsito y, acto seguido, realizó igual maniobra con la camilla de la otra enferma que completaba el pasaje de la ambulancia. El regreso resultó algo mejor, porque la ambulancia habÃa sido colocada a 45 grados contra el cordón de la vereda de ese lugar. También el camillero-chofer, aumentó sus roles haciéndose cargo de las placas que luego entregó al lugar de internación. Entonces el ciudadano, desde su triste situación de impotente proletario, quedó feliz por haber recibido el alta al dÃa siguiente y agradeciendo los múltiples servicios que el Sistema de Salud le bridó a través de una sola persona
(28/09/22010)- Cierto dÃa, como a cualquiera puede ocurrirle, el ciudadano tuvo una repentina afección que obligó a su internación de urgencia. Previo llamado a “la coronaria” que como cualquier ciudadano paga mensualmente de su magro bolsillo, fue trasladado al lugar de atención médica que el Sistema de Salud del Estado tiene previsto. Allà la guardia lo recibió, le brindó la primera revisión y determinó una tomografÃa computada. Que se le realizó en otro lugar, también previsto por el Sistema...
Para llegar a ese lugar, el ciudadano, en uso de sus derechos como afiliado a PAMI, debió aguardar internado desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde, hora en que llegó la ambulancia del Sistema, a la cuál en silla de ruedas se lo ingresó -en la calle- porque la ambulancia se encontraba estacionada junto al cordón de la vereda sin techo ni resguardo. Para peor, estaba lloviendo y el ciudadano, una vez introducido en el vehÃculo, reglamentariamente acompañado por un familiar, esperó pacientemente veinte minutos hasta que, oh sorpresa, el mismo camillero le trajo la compañÃa de otra enferma (una mujer en camilla) también acompañada por su correspondiente familiar y, cuando los cuatro (enfermo hombre y enferma mujer mas los dos familiares) partieron hacia el lugar donde les realizarÃan las tomografÃas, notaron que aquel solÃcito camillero que los fue a buscar a las mismÃsimas camas de las habitaciones de la internación, también era el chofer de la ambulancia y único ocupante de la cabina, no tenÃa a su lado otra persona, ni médico ni enfermero ni asistente. Ese hombre era todo lo que el Sistema ponÃa para la atención de una ambulancia superpoblada. Pero allà no terminaron las sorpresas del ciudadano en uso de sus derechos. Faltaba la mayor. Cuando el vehÃculo llegó al lugar de los estudios especiales (tomografÃas y demás) la ambulancia estacionó en la vereda de enfrente, porque ese lugar no tiene acceso para ambulancias y fue entonces que el ciudadano en su silla de ruedas, cubierto por la misma frazada de la internación vio como el hábil camillero-chofer, bajo la misma lluvia, le hizo cruzar la calle céntrica de intenso tránsito y, acto seguido, realizó igual maniobra con la camilla de la otra enferma que completaba el pasaje de la ambulancia. El regreso resultó algo mejor, porque la ambulancia habÃa sido colocada a 45 grados contra el cordón de la vereda de ese lugar. También el camillero-chofer, aumentó sus roles haciéndose cargo de las placas que luego entregó al lugar de internación. Entonces el ciudadano, desde su triste situación de impotente proletario, quedó feliz por haber recibido el alta al dÃa siguiente y agradeciendo los múltiples servicios que el Sistema de Salud le bridó a través de una sola persona
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