YO INFORMADOR ME CONFIESO
(29/03/2013)- En el común afán que el
periodismo pone en informar primero, más y mejor, no siempre contribuye a
aportar al lector, oyente o televidente, la densidad necesaria para que éste
comprenda en profundidad lo que está
recibiendo de nuestro trabajo. Por ello, estando inmersos en esta argentina
papalizada, nada mejor que sincerarnos.
Podemos ser muy cultos, experimentados
e instruidos, pero si no tenemos en cuenta que la velocidad de la información
agobia y la aleja de la comprensión que de ella puedan lograr, no estaremos
dando lo que corresponde.
Los temas que elaboramos, por más floridos que
fueren, solo tendrán valores reales si se ajustan a su contexto histórico y la
densidad de su contenido responde a la
necesidad de comprensión de nuestro receptor, no al lucimiento de nuestras habilidades.
Vivimos una actualidad en la que
se están dejando de lado los fundamentos
de conocimientos que permitan la comprensión de fugaces mensajes, siempre
primeros, siempre al instante.
Y es aquà donde aparece la decadencia que nos
embarga como sociedad maltratada, y subestimada hasta el lÃmite de ser
considerados seres manejables, solo útiles para servir a determinados intereses.
Si aceptamos este camino hacia la
carencia de conocimientos, si no aspiramos a superar la superficialidad de los
debates, terminaremos dando como válidos ciertos juicios carentes de toda
comprensión.
El sinceramiento del accionar
resulta impostergable y, para ello nada mejor que esclarecer las distorsiones. Desde
otros tiempos ha quedado implantada la denominación de “periodismo institucional” a aquella labor que se cumple para
determinada empresa o institución, en exclusivo beneficio de sus intereses y de
la que se recibe el pago correspondiente, pudiendo también no recibirse pago, o
hacerse por decisión o convicción . También los tiempos cambiantes han dado en
adornar esta labor con el agregado de “periodismo
militante” Esto, como quiera que se haga o se llame no deja de
ser una tarea de publicidad.
A los periodistas nos corresponde
actuar por encima de las
reacciones emocionales y primarias, ante las noticias donde priman las afinidades,
en lugar de dar lugar a que los receptores formen su propia opinión mediante
una reflexión personal.
Esencialmente, ser periodista es
ser informador y la lealtad a esa labor no puede ni debe ser alterada por
ninguna otra intención que la de hacerlo con absoluta justeza a la realidad. La noticia, una vez producida adquiere identidad
propia, no reconoce dueños ni patrocinantes,
solo tiene protagonistas y a éstos tampoco les pertenece .
Informar más y mejor,
es ley ética ineludible y hacerlo primero solo es una situación circunstancial.
NORBERTO GIALLOMBARDO
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