LA ENERGIA NUCLEAR EN LA DECADA
(5/10/2014- extractado de una nota de Antonio Elio Brailovskiy)- En las últimas
semanas anunciaron en Argentina, como si fuera una gran noticia, la puesta
en marcha del reactor de la central nuclear de Atucha II. También dijeron
que, junto a Atucha II y Atucha I construirÃan otra central atómica en el mismo
sitio. Las dos primeras fueron
contratadas con Siemens, con esta
curiosidad: Atucha I fue la primera central atómica que hizo esa empresa, y la
hizo fuera de Alemania,( por si las cosas salÃan mal). Atucha II es la última central atómica de Siemens, ya que la empresa abandonó el
cada vez más incierto negocio nuclear.
Pero en vez de preguntarse por qué esa gran multinacional no querÃa saber
más nada con ese tipo de energÃa, nuestras autoridades corrieron a buscar otro
proveedor, y encontraron una empresa china que la construirá. Aún más desconcertante fue la liviandad con
que se informó de un acuerdo con el Presidente ruso para hacer otra central
atómica más, esta vez en Mar del Plata.
Tuvo que salir un profesor de la Universidad local para decir lo obvio:
en Mar del Plata no hay ningún curso de agua dulce que permita enfriar el agua
del reactor. Es decir que una decisión de esa envergadura, no sólo se toma sin hacer ningún estudio
cientÃfico previo. También se toma sin siquiera mirar el mapa de la
localización elegida.
En los últimos tiempos hemos discutido reiteradamente los problemas
vinculados con la deuda externa. Hemos dicho, y con razón, que los contratos
firmados con la banca internacional pueden hipotecar a toda una generación, y
hemos repetido nuestra indignación por ese condicionamiento.
¿Cómo calificar, entonces, a una deuda que afectará a nuestros
descendientes para siempre?
Supongamos que tenemos suerte y no sufrimos ningún desastre. Que
nada se incendia, ni tiene fisuras, ni explota, ni sufre un terremoto o un
atentado terrorista. Que la vida útil de estas centrales atómicas termina sin
sobresaltos y se las cierra normalmente.
A partir de allà comienza la herencia que dejamos a nuestros
descendientes, quienes tendrán que ocuparse de la basura radiactiva que
nosotros aceptamos que se produjera.
Estos proyectos nucleares significan energÃa para la generación presente.
Y dejan residuos radiactivos que representan una deuda para los siguientes
miles de generaciones.
Las estimaciones varÃan: los norteamericanos piensan que habrá que
ocuparse de esos residuos durante un millón de años. Los finlandeses,
menos optimistas sobre la supervivencia futura de nuestra especie, se
compometen a atenderlos durante apenas cien mil años.
¿Cuánto cuesta cuidar algo durante 100.000 años?
Estas preguntas de ciencia-ficción carecerÃan de sentido si tuviéramos
una opinión pública y una acción ciudadana sensatas, dispuestas a cuestionar la irracionalidad del
negocio nuclear.
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