DOLOR POR LA ARGENTINA QUE SE HA PERDIDO
Por el
doctor Alejandro López Romano (*) (4/04/2014)-
El pueblo dijo basta. Y lo ha hecho de la peor de las maneras. Tomando justicia
por mano propia. Linchan a delincuentes que logran reducir. Lo hacen a modo de
un clamor de justicia inexistente. La gente está harta de convivir con el
delito. Está saturada de vivir con miedo a que cobardes delincuentes,
aprovechándose del descuido y el estado de indefensión, acometan con armas, y
se excedan en las formas para apropiarse ilegÃtimamente de cosas materiales.
Ven en cada delincuente que quieren linchar, a aquél que sin razón y
justificación mató a golpes a indefensos ancianos para sacarles unas pocas
cosas, cuando tal vez solo hubiera bastado exhibir el arma. Ven en cada uno de
estos ladrones al que robó la vida de su ser querido, sin mediar razonabilidad;
matándolo como a un perro cuando siquiera se resistieron o pusieron en peligro
la vida de estos agresores resistiéndose al delito. Ven en estos forajidos al
responsable del que se llevó sin trabajar sus ahorros o saqueó su casa, les
quitó su auto o su moto, o cualquier otro bien. Ve en cada uno de estos
malhechores al responsable de haberles privado salir sin miedo a la calle. Ven
al culpable de no poder estar en su propia casa sereno, sin temor a que pateen
una puerta e ingresen a matar, violar y robar. Ven en cada uno de estos
forajidos al responsable que sus hijos no puedan jugar en la vereda, andar en
bicicleta y divertirse con sus amigos en la vÃa pública –lo que deberÃa ser
natural y normal como era antes-. Ven en cada una de estas despreciables
personas, (que escogieron vivir robando y matando), a quienes en lugar de
trabajar y forjar su futuro en base al esfuerzo lo hacen delinquiendo. Ven que
los delincuentes no cumplen sus penas. Ven que no hay respeto por los que pagan
sus impuestos para alimentar a los que no trabajan. En fin, ven que todo está
al revés, que quieren juzgar a los linchadores, y no hablan del delincuente que
mató, robó, violó o destrozó vidas. A todo este repudiable sentir, se suma el
crecimiento de los que viven de planes sin trabajar, de los que carecen de la
cultura del trabajo por causa de polÃticas fomentadas por el gobierno para
obtener a los débiles cautivos por los votos que le sirven para perpetuarse en
el poder. Se añade la impotencia y la indignación de saber a ciencia cierta por
el periodismo el inescrupuloso enriquecimiento ilÃcito de quienes nos gobiernan
y sus actos de corrupción. Pero por sobre todo, la indiferencia al pueblo
que sufre por parte de los que tienen la obligación y responsabilidad de
cuidarnos, que ve a cada instante la injusticia, que vive con miedo, que
no puede por la inflación llegar a fin de mes, que padece el flagelo de la
droga en cada esquina. En fin, todo esto explotó. Era de prever que sucederÃa.
Y tristemente lo fue de la peor de las formas. Con la violencia. La ley de los
primeros tiempos, conocida como el talión “ojo por ojo y diente por diente”, se
ha instalado. Ante la ausencia del Estado, la gente se ha manifestado; se ha
expresado, ha dicho ¡basta!. Y esto es solo el principio. También están los grupos
anónimos de justicieros, de los que se escucha actuar en las noches y por las
calles. Se ha incrementado además el armamento civil de particulares para
preservar su integridad fÃsica y la de sus familiares. Pero lo más grave es que
nadie del gobierno hace nada y fomenta que esta ola de violencia sea creciente.
Gobernantes hipócritas; ¡hagan lo que tienen que hacer y velen por la seguridad
del pueblo!; son los únicos y exclusivos responsables del dolor que sentimos
los argentinos en este momento. (Pensar de un ciudadano que anhela recuperar la República perdida). (*) Abogado-doctor
en Derecho Canónico.
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