CRISTINA NO ES HITLER

El 7 de junio fue recordado, de diferentes modos, el “Día del periodista”. Modos que estarán íntimamente relacionados, a la dicotomía actual entre “periodismo” vs “periodismo militante”.
El primero, tiene como único objetivo la socialización de la información y su libre circulación sin censura previa; el segundo, vino a introducir una novedosa variante; “la información no es horizontal y fluye selectivamente.  La información y los hechos quedan sujetos al impacto que estos puedan producir en la opinión pública y en esa medida, se regulan, tergiversan u ocultan. Una estrategia comunicacional al servicio de un proyecto político,. adecuando la información y haciéndola funcional a la continuidad y expansión de ese proyecto, al cual sirve y del que se nutre económicamente; al punto de reducir la actividad, a mera propaganda.
Este Gobierno, artífice del término “periodismo militante”; no es asimilable al Régimen de la Alemania Nazi. La señora presidente Cristina Fernández no es Adolf Hitler y tampoco puede afirmarse que la última década haya sido “ganada” para el periodismo argentino. Muy por el contrario, se ensancha el menú de presiones para la prensa independiente y la utilización discrecional de las pautas publicitarias; con un único y malsano objetivo: restringir la libre e irrestricta circulación de la información que pueda impactar negativamente en el tenedor pasajero del poder. La tendencia conduce a que sectores no desdeñables de la sociedad, asocien a este Gobierno, con un régimen de caracteres autoritarios.
Quizá no lo sea enteramente, pero para estar prevenidos y evitar que el Gobierno caiga en la tentación de serlo y aún a riesgo de que para alguien esto resulte una tentadora revelación; recordemos “...los 11 principios...” que Paul Joseph Goebbels, encargado de la propaganda en la Alemania Nazi; expuso sobre la estrategia comunicacional aplicada en esa época para afirmar el nazismo.
La tentación comparativa con la Argentina de hoy, podría resultar irrefrenable, pero vale la necesidad de poner inteligencia allí, donde hay desborde irracional. Lograda esa templanza, podremos repasar esos once  principios nazis:

1. Simplificación del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
2. Método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
3. Transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. "Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan".
4. Exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
5. Vulgarización. "Toda propaganda será popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además... tienen gran facilidad para olvidar".
6. Orquestación. "lLimitar la propaganda a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase:"Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad".
7. Renovación. Emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público ya esté interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
8. Verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
9. Silenciar. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
10. Transfusión. Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
11. Unanimidad. Convencer a mucha gente que “piensa como todo el mundo”.

(readaptación libre del texto original de la Dra.Mónica Frade, Casa DDHH Quilmes)