Crónicas  del  ciudadano
                           EL PROGRESO
                                                                     Por Norberto Giallombardo

El ciudadano, ese hombre común que pasa desapercibido por las calles de Bernal, con sus manos cruzadas atrás como sosteniéndose para no caer hacia adelante.                                                                     Ese ciudadano, ya jubilado, ya anciano, que pareciera no ver nada pero que reflexiona sobre lo que está viendo y lo compara con lo que ha visto desde tantos años atrás con envidiable memoria visual, en cada vidriera cualquiera sea el rubro;  ropas, telas, zapatos o electrodomésticos.                                                        

Y mientras escucha la charla desenfadada de un joven por celular y una niña lo esquiva para seguir caminando al compás de la música de su aparatito enchufado a las orejas, el ciudadano se detiene ante un caballito famélico, lleno de llagas y “mataduras” que bajo escasísimos arneses, entrega sus últimas fuerzas para tirar del carrito que conduce un niño acompañado de otro, más niño todavía ... ambos tan escasos de ropas, como de arneses el caballito por ellos mismos sometido.                                                                               Lo que el ciudadano está viendo, es el trajinar de uno de los tantos carritos de cartoneros, tan comunes por las calles céntricas, que ya no llaman  la atención a nadie, ni a las autoridades.                                                           
Y es entonces que, el ciudadano, a través de su tremenda realidad de impotente proletario, reflexiona sobre los tantos años, que han pasado, sobre los tantos votos que ha emitido esperanzado en una Argentina mejor, en un Distrito mejor y claro, en un Bernal mejor.

 Y se va secando ese liviano lagrimón que  se le escapa casi siempre sin motivo. Pero esta vez siente que encontró un motivo... y sigue su marcha haciendo cálculos mentalmente, hasta donde le da la cabeza; Esos carritos con niños y caballos esclavos;  aparecieron  casi al mismo tiempo que las pantallas gigantes y los aparatitos que se enchufan en las orejas y . . . ¿Será este el progreso que supimos conseguir...?